martes, 4 de diciembre de 2007

El judaísmo del juego, fase superior del judaísmo del espectáculo

Por Jorge Iacobsohn

Con desagrado atestiguo la llegada a mis terminales informativas de un newsletter del JOINT que entre otras actividades, menciona la difusión de Millas Games, "el juego que enseña contenidos judaicos en forma divertida e innovadora, tuvo varias presentaciones, en las cuales participó gente de todas las edades, y en los más diversos marcos institucionales."

En el email se menciona la llegada del juego a varias instituciones, su uso común por parte de jóvenes y adultos, y se reitera -de un modo que raya lo oligofrénico- su carácter entretenido y divertido (estas dos últimas palabras parecen haberse instalado definitivamente como los parámetros y valores que rigen la labor educativa e institucional de buena parte de la comunidad judía). En un párrafo se menciona la fascinación del público por su sofisticación tecnológica, el placer de pulsar un botón y visualizar en pantalla gigante la respuesta correcta/falsa a una pregunta preparada por los organizadores con motivos de Israel, judaísmo, festividades, con la posibilidad de ganar premios, como por ejemplo “un MP4”.

Como integrante de la extinta generación moderna e ilustrada, de izquierda, reivindicante de un judaísmo como la tradición de la inteligencia simbólica y abstracta (el D´s sin atributos e imágenes y la rigurosidad académica del Talmud), no puedo menos que sentir malestar por estas iniciativas que son radicalmente opuestas a este legado.

Si en los '90 la gente se horrorizaba de la barbarie del tecnoentretenimiento “a la Tinelli”, un perfecto cóctel donde el 90% era entretenimiento y el 10% restante significaba complacencia, reírse de los defectos de los demás, evasión de la realidad y “sus pálidas”, hoy quedamos cortos: la cultura entera se ha "tinellizado", y adoptado las características que acabamos de mencionar.

El entretenimiento mononeuronal ya no está relegado al tiempo libre, se ha incrustado en el tiempo de trabajo, sobre todo el tiempo de trabajo cultural –educativo en el caso que estamos analizando. Esto tiene que ver con que el lazo social se ha configurado desde las reglas del mercado y los massmedia (problema muy bien analizado por la semióloga fallecida Cristina Corea en sus libros y por los italianos Mario Perniola en su libro “Contra la comunicación” (Ed. Amorrortu), y Franco Berardi en su “La Generación Post-Alfa” (Ed. Tinta Limón)

Pero debo poner distancia con mi propia indignación, y constatar que ya estamos definitivamente ante mutaciones antropológicas irreductibles a la valoración moral y a la crítica cultural. Sólo de este modo se puede abrir camino a una reconfiguración en la que el trabajo, el juego, el intercambio, la educación no adopten los moldes lisos y holográficos de la industria mercantil-massmediática.

Judaísmo post-alfabético

Las últimas generaciones aprendieron más palabras con la TV y la computadora que con la propia madre, y se diferencian de las anteriores por cuanto saben muchísimas menos palabras y éstas están desligadas del cuerpo y del afecto –ya que son enunciadas desde la virtualidad de la imagen salida de una máquina.

Suponiendo por un momento que no sean fenómenos negativos, que simplemente estemos ante una nueva realidad que debamos afrontar y adaptar –al decir de los tecnócratas-demagogos que planifican el destino de las instituciones “para mantener a la gente adentro hay que hacer lo que la gente le gusta”, aparecen por todos lados síntomas sin explicación o motivos aparentes (en toda la sociedad, no solo en la comunidad): violencia, déficit de atención, incertidumbre constante, competencia e indiferencia desmedidas, dificultades de aprendizaje, etcétera.

Esos síntomas son la contracara oculta de esta cultura de la competencia y juego permanentes. Propongo la siguiente grilla de comprensión: el juego y la competencia no tienen nada malo en sí mismos. Ni siquiera que éstos también se incluyan en la educación y el trabajo. Yo disfruté muchísimo leer un libro para principiantes en programación informática que está escrito de manera muy lúdica y graciosa. También disfruto de compartir las nuevas tecnologías y el aprendizaje online que puedo realizar bajándome tutoriales educativos hechos con el baboso powerpoint o simplemente consultando por chat con amigos.

El problema pasa por otro lado: el facilismo totalitario con el cual se integra absolutamente toda práctica, pensamiento, trabajo a los esquemas del juego, la competencia y la venta (=conquista), el neologismo “infotainment” (información+entretenimiento) es el que más cuadra para categorizar el fenómeno. Si todo es espectáculo, inmediatez entretenida, la elaboración simbólica (no sólo la incorporación de imágenes y símbolos sino también su reelaboración, interpretación, configuración) necesariamente queda en un plano mediocre: una neolengua en la cual la palabra es soporte de la imagen, en lugar de que la imagen sea soporte de la palabra.

¿Puede la imagen con ayuda de una escasa perfomance lingüística aportar a una independencia de pensamiento y una potenciación de los actos? Quizás, pero para ello hay que volver a discriminar la pertinencia entre juego, competencia, trabajo, ocio, no para dejarlos de nuevo en compartimentos estancos sino para potenciarlos con nuevos puentes entre ellos.

De la crítica a la configuración

En la era de la escritura, la crítica pasaba por volver a recorrer la línea de argumentaciones, inspeccionarla, y reformularla.

En la era de la imagen, no hay crítica, porque cualquier contenido se puede configurar de cero y adaptarlo a los gustos de cada uno (ésta es la democracia de mercado, que me diría que busque mi “nicho” para que “consuma” mi criticismo intelectual y me ponga a prueba ahí mismo).

La clave es, justamente, que si me pongo a prueba buscando gente que piense como yo es otra prueba más de la muerte de la crítica. Lo admito, la crítica está definitivamente muerta, la prueba es que los pretendidos críticos culturales quedan pataleando en el vacío o reclutando gente que les satisfagan la ilusión de ser escuchados.

Por ello, no cabe indignarse moralmente ante esta mediocridad, sino constatar que estamos ante una fase de transición antropológica –posindustrial, posmercantilista- a la que hay que aportar a configurar los dispositivos –políticos, educativos, culturales, laborales- necesarios para ampliar nuestras capacidades, nuestra calidad afectiva y los vínculos comunitarios, en donde el silencio, la palabra, la imagen, vuelvan a tener peso real desligándose de la velocidad irreflexiva, la evasión lúdica y el goce consumista. Estoy abierto a quienes quieran contribuir con ello.

2 comentarios. Déjenos su comentario:

Pablo Hupert dijo...

Así, Jorge, entiendo tu argumento:
1. judaísmo infotainment no es judaísmo y tampoco (más importante) es potente (porque no es abstracto); 2. el judaísmo infotainment es propio de nuestra época; 3. la época infotainment es tan concreta que nos despotencia; 4. el infotainment no es criticable (porque la crítica está muerta); 5. pensemos cómo nos potenciamos; 6. eso lo haremos configurando un dispositivo; 7. para eso podemos recuperar la tradición abstracta-simbólica judía; 8. pero no importa si el dispositivo resultante es judío o no, sino si potencia

Muy bueno!
Pablo Hupert
www.pablohupert.com.ar

Anónimo dijo...

Comparto los criterios, obiamente los amplio al judaismo del tiro libre, practicado x las sociodeportivas.

Esta situacion me pone en el incomodo lugar la vieja moralista, que añora otros tiempos. Es incomodo para alguien de izquierda encontrar en el pasado y no en el futuro inspiracion (aplicable Tb al kibutz y a la jalutziut)

Obiamente la unidimensionalizacion del lenguaje propio de la neolengua de Orwell es un fenomeno del todo social y el basiamiento conceptual de la educacion es algo universal.

La razon se critico a si misma y hoy todo es relativo..

La solucion no esta en nosotros, pero por lo pronto podemos seguir creyendo (y educando) hacia construcciones colectivas superadoras, que sigue existiendo un mundo alternativo y mejor, que siguen existiendo valores universales y judios.
y a preferir la calidad a la cantidad, los contenidos al metodo.

No hay que tener miedo a la canalizacion sistemica del intelectual inconformista, haciendo propia una frase de horkheimer posiblemente mal citada "ya pensar es una forma de resistencia"

Saludos!
Miguel de La Plata