miércoles, 9 de enero de 2008

Dime con quien andas...

B. Michael – Yediot Aharonot

Declaraciones del Presidente americano acerca de Ehud Olmert.

Dos entrevistas festivas ofreció el Presidente de Estados Unidos a los medios de comunicación israelíes, y en ambos enfatizó la valoración profunda por los programas selectos del Primer Ministro de Israel.

“Yo aprecio mucho a Ehud Olmert”, manifestó, “Yo pienso que es un hombre fuerte, y también le creo”

Una frase impactante que no tiene parangón. Palabras que dicen mucho acerca del que las manifiesta, y menos por el contenido.

No es necesario profundizar al respecto. Bush aprecia a Olmert. ¿Porqué no? La capacidad del Primer Ministro por crear afectos ya es reconocida.

Un tanto más difícil es entender en qué se basó el presidente americano, para fundamentar su opinión de que Olmert es “un hombre fuerte”. Si el presidente dijera que Olmert tiene voz fuerte – pasa. Si admirara su fuerza por aferrarse a sus funciones – se podría comprender totalmente. Si explicara que de acuerdo a su opinión, Olmert es fuerte, e incluso muy fuerte en encantamientos políticos y en acrobacia por la supervivencia – nadie estaría en desacuerdo. Pero, ¿hombre fuerte? Es un tanto exagerado. Puede decirse que la mayoría de los días de su reinado, el Primer Ministro estuvo congelado y paralizado como una marioneta enredada en sus hilos. Miles de grandes y pequeños temores le impusieron bailar al son de los acordes del partido de la coalición, o lograron de su parte renunciamientos y presentes, homenajes y placeres y expresiones orales, y sobre todo, el no estar obligado a realizar acciones que le hagan temblequear su silla.

Sólo dos veces trató Olmert de armarse de valor e intentó ser un “hombre fuerte”, la primera vez, (en el Líbano) culminó en un fiasco sangriento y vergonzoso. La segunda vez (en Siria). El resto de los días de su reinado, Omert principalmente habló. Fundamentalmente, agitó sus manos. Esencialmente golpeó con sus puños en el estrado. Básicamente demostró su capacidad de acompañar a sus palabras enardecidas con un delirante lenguaje corporal. Pero aparte de las voces y truenos, mucho no aconteció.

Pero para el presidente americano le basta todo ello para adjudicarle a Olmert el título de “fuerte”. ¿Porqué no? Podemos adivinar que el Sr. Bush – marioneta obediente por sí mismo – considera que también él es hombre fuerte. El error, entonces, es comprensible.

Pero lo más divertido e impactante de todo, es la declaración del presidente americano que “le cree a Ehud Olmert”. Cree. A Olmert. Realmente increíble.

Como si no hubiera escuchado nunca del Sr. Olmert una promesa clara y definitiva sobre la desocupación de los asentamientos. Como si le hubieran ocultado todos los juramentos elocuentes del Primer Ministro de crear una Comisión Investigadora rápida, incólume, autorizada y eficiente, cuyas conclusiones serán materializadas en forma inmediata. Como si no supiera el honorable presidente de todos los saltos y triquiñuelas del Primer Ministro para retener, impedir y refutar la comisión que él mismo creara en un discurso acalorado y fuerte. Como si no hubiera recibido del Primer Ministro israelí, más y más promesas y compromisos de demostrar a los palestinos gestos y facilitarles aunque sea nimiamente, la amargada forma de vida. Como si Olmert no lo hubiera observado directamente a los ojos en una mirada pletórica de sinceridad, con esa franca promesa de evitar la construcción, el crecimiento, el florecimiento de los asentamientos. Como si todos los allegados al presidente y todos sus asesores, terminaron de ocultarle a George Dublin todos los rebusques de su amigo fuerte, desde el momento de su entrada en la política y hasta el momento de su salida hacia Annápolis.

Y a pesar de todo y con todo, Bush – es un hombre muy creyente – cree. Ya sabemos cuán poderosa es la fuerza de la fe.

Y de repente, resulta muy claro cómo creyó el presidente americano que en Irak hay armas de destrucción masiva. Y creyó que Saddam tuvo que ver con el 11 de Septiembre. Y cree en las estupideces que le vende su vice. Y creyó en las idioteces que le vendió su ministro de seguridad. Y cree en sus propias tonterías. Y cree en el castigo a muerte. Y cree que está prohibido investigar las células de raza. Y cree que los homosexuales son indecentes a los ojos de Dios. Y cree y cree y cree...

Que queda por decir – Este hombre es fiel a lo que cree. Pero, que lástima que montones de otras personas mueran por ello

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