miércoles, 19 de marzo de 2008

La fuerza del recuerdo


Por Ilial Baum – Yediot Aharonot

Traducción de Lea Dassa para La Voz Joven


Su nuevo libro que se publicará próximamente, David Grossman lo comenzó cuando su hijo Uri, caído en la Segunda Guerra del Líbano, se aprestaba a alistarse – La novela narra sobre una madre que huye de su casa para no escuchar la amarga noticia por la muerte de su hijo – En una disertación especial, Grossman propuso a los políticos, a los rabinos y generales, aprender de la literatura el trato con el hombre.

El escritor David Grossman comenzó a escribir su nuevo libro, que saldrá a la luz próximamente, hace cinco años, cuando su hijo Uri, quién cayó en la Segunda Guerra del Líbano, recién se alistaba. “En mis libros imaginarios anteriores no me ocupé de la realidad tangible de Israel. Cuando mi segundo hijo se aprestó a alistarse al ejército, no pude continuar de igual manera, y comencé a escribir una novela cuya trama se ocupa directamente de la realidad de nuestras vidas”, comentó Grossman a los participantes en un encuentro especial realizado en Jerusalén, bajo el título ´Lo que se escribe y lo que se escribe aquí´ .

El libro, que aún carece de título, narra sobre una madre cuyo hijo soldado parte a una gran acción militar, y ella huye de su casa por el temor de que hasta allí le llegue la ingrata noticia de su muerte.

En su huída, así cree la madre, podrá evitar la noticia que está, así lo siente en su corazón, presta a llegar. En su camino a la Galilea, ella arrastra detrás de ella al amor de su juventud, y viaja con él por todo el país. Grossman: “El libro narrará acerca de ´la faena de una familia´, en la paternidad, en la amistad, en las relaciones singulares entre hermanos y el amor. Una familia en el meollo de la violencia y el espanto genuino de la realidad israelí. “La narración y mi vida se encontraron de la manera más dolorosa”. Hoy escribo a raíz de la tragedia que me sucedió, la caída de mi hijo Uri. La fuerza del recuerdo es inmensa, pesada, y de una calidad paralizante, pero en realidad la escritura misma es un lugar, un espacio espiritual que nunca conocí, un lugar donde la muerte no es sólo una bofetada inequívoca de la vida.

“El libro me enseñó, por supuesto en el año y medio últimos, que nosotros, los escritores, conocemos épocas de desesperación y pérdida de la auto estima. Nosotros nos ocupamos de los difíciles materiales del alma, los menos elaborados, el trabajo nos demuestra cuán impotentes somos, como artistas y como seres humanos...y de todas maneras, en cierta forma, desde el momento que tomamos la lapicera, ya dejamos de ser víctimas de todo lo que nos esclavizó, nos minimizó y nos asestó el golpe ”.

Grossman contó que en el transcurso de la escritura, salió en pos de los personajes del libro en una caminata, desde el punto más septentrional del país, al lado del Líbano, hasta su hogar en Mevasseret Zión: “la caminata por la naturaleza me brindó días de soledad y el placer del silencio de la naturaleza...y el país es bello y dinámico y existe tanto consuelo en los momentos en los que te permite olvidar la maldad y el oprobio...en el camino encontramos personas, se crean contactos, de inmediato preparan café y se sientan y conversan, es un encuentro que en toda otra relación actual es difícil de lograr”.

Grossman, manifestó en su disertación, que sus héroes dan la espalda a la situación externa para no perderse lo que es realmente importante: “A veces, por exceso de pánico nosotros comenzamos a creer que la guerra es el único y principal camino, que éste es el destino que nos ha tocado, hasta que casi no podemos captar el precio de la vida que vivimos paralelamente a nuestras propias vidas...y no nos atrevemos a pensar que es una vida normal, una vida de paz...y no digan “nos adaptamos” – es imposible acostumbrarse realmente a una situación distorsionada como ésta, sin pagar un alto precio de humanidad. “Aún cuando la anhelada paz llegue mañana”, continuó Grossman, “en cierto sentido llegará demasiado tarde porque los caminos de la violencia continuarán actuando sobre nosotros durante muchos años, y ocasionarán nuestro desgaste y más y más olas de violencia”.

“No hablemos de la política en su acepción ofensiva, sino sobre el proceso interno del hombre que vive en una zona como esa, y acerca de la escritura en un clima fatal como ese”. Grossman describió al hombre israelí de la siguiente manera: “un salto físico y espiritual, atento para la próxima explosión, la trágica noticia o la edición del noticiero. Usted está expectante al dolor que vendrá...a la hemorragia que no se detiene, yo, como otros, intento escribir”.

Los políticos, afirma Grossman, tienen que aprender de la literatura: “Yo espero que los diplomáticos, los políticos, los generales del ejército y los dirigentes religiosos, absorban algo de la literatura...que reciban el compromiso de prestar atención y que demuestren que detrás del blindado del miedo, la indiferencia y el odio...detrás de los muros de separación hechos con púas, cemento o pensamiento, hay un hombre. Si lo anulamos con burla o desprecio, querrá decir que ya perdimos – nos rendimos al conflicto y a sus diferentes agentes, cuyo objetivo es continuar con este enredo. Ejércitos...tratan de borronear los intentos que crean la exclusividad...y convertir a las personas en una masa para adaptarlos mejor a sus objetivos, para convertirlos en materia prima la cual es dable de manipular.

“El camino a la paz transita por el reconocimiento de los israelíes y los palestinos, de los justos deseos de ambas partes. Esto es un proceso doloroso, de sobriedad, a la que se debe llegar aún con la dificultad y las resistencias internas, especialmente ahora, posterior al atentado”.

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