Esta semana los dos países enemigos retomaron en Washington las conversaciones de paz que estaban estancadas hace siete años. Simultáneamente se cumplen 60 años de la recomendación de Naciones Unidas que dio origen al Estado de Israel. Un periodista de El Espectador, en la zona del histórico conflicto.
En Zur Yig Al, a quince kilómetros de Tel Aviv la segunda ciudad más grande de Israel, está ubicado el jardín infantil de un colegio público. Allí, aparentemente, los niños juegan con la tranquilidad de tener un salón blindado. Es un área de veinte metros cuadrados, con paredes gruesas y grises en las que sólo se tiene visibilidad por unas pequeñas ventanas cuadradas.
El preescolar fue construido hace unos años luego que terroristas, al parecer palestinos, bombardearon el lugar. Hoy ésta y todas las edificaciones en Israel tienen como norma obligatoria disponer de un sitio seguro para protegerse de posibles atentados.
Sólo basta caminar unos metros más al sur para divisar Kalkilya. Esta es una ciudad intermedia de autonomía Palestina bajo el control de Israel. Una cerca y sofisticados equipos de seguridad controlan el ingreso de los habitantes palestinos a su casa.
El tema de la seguridad en la ciudad es recurrente. Las vías cercanas a algunas ciudades de Israel muestran la magnitud del conflicto. En avenidas donde hay asentamientos humanos se edificaron muros de cemento altos para proteger a la población de francotiradores o terroristas suicidas.
Al caminar por cualquier zona del desértico Israel es inevitable sentirse inseguro, temeroso y vigilado. Una sensación que incluso comparten muchos de sus habitantes. “El israelí tiene miedo, todo el tiempo está pensando en defenderse”, señala uno de ellos.
Según reportes de seguridad, diariamente se registran 35 alarmas de terrorismo en el país. “Hace unos años la gente se explotaba y nada podíamos hacer. Hoy la idea por lo menos es mantener a esta gente a 500 metros de la casa”, recuerda un habitante israelí que maneja asuntos de seguridad.
Desde otro frente
En la frontera norte del país el escenario no es diferente. Hasta allí viajó El Espectador. A 180 kilómetros de Tel Aviv está Líbano, país con el que Israel libró una guerra hace un año. Allí, soldados judíos resguardan la seguridad y prácticamente no permiten acercarse a dos cercas eléctricas que dividen los países, vigiladas con modernos equipos.
Estimativos económicos indican que Israel gasta no menos del 20% de su presupuesto en defensa. Según un voluntario en seguridad, esta cifra se acercaría a los US$ 25 mil millones. A ello se suma el apoyo financiero que Estados Unidos le viene brindando a Israel desde hace varios años y que ha convertido este país en su mayor aliado en Medio Oriente.
Aunque el entorno es hostil y la sombra de la guerra nunca se desvanece, a muchos israelíes los alienta que la cifra de homicidios en este año llega a 170 entre una población que supera los siete millones de habitantes.
El martes, en la universidad de Tel Aviv, Víctor Arelh, funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, recordó que el país está en máxima alerta para enfrentar posibles actos de terrorismo y el anuncio de Irán de que tiene listo un misil de 2.000 kilómetros de alcance.
Un difícil entorno que contrasta con la firma de la declaración de Annapolis, cerca de Washington, que esta semana suscribieron los presidentes de Israel, Ehud Olmert, y el presidente del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina, OLP, y de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. Una iniciativa que busca firmar un acuerdo de paz entre los dos pueblos al finalizar 2008.
Las guerras
Desde la época de los patriarcas de la tierra prometida Abraham, Isaac y Jacob, y de la dominación de diversos pueblos persa, romano, árabe y británico, entre otros, el conflicto en Medio Oriente no deja de estremecer al mundo. Luego del holocausto nazi, en donde fueron asesinados seis millones de judíos, los últimos 60 años de Israel están enmarcados por la guerra.
Es un conflicto complejo con matices religiosos, territoriales, económicos, históricos y culturales que no es fácil de comprender, resalta un especialista. A este factor se suman las críticas contra la prensa extranjera, que los israelíes consideran que muchas veces exagera sobre la información que se produce en un país de 22.000 kilómetros cuadrados, que se puede recorrer en un día.
La historia muestra que el destino del pueblo judío es la constante confrontación armada. Sólo un día después de su creación como Estado, debió librar batallas con Siria, Jordania, Egipto, Líbano e Irak, que no aceptaron su ratificación como país por parte de la ONU.
Después vinieron cuatro guerras entre 1956 y 1982, cientos de episodios de terrorismo, miles de víctimas y varios fracasos de negociación de paz en las últimas tres décadas. Por eso, en el país se respira un aire de escepticismo frente a la declaración producida en Annapolis.
“Expresamos nuestra determinación de poner fin al derramamiento de sangre, el sufrimiento y las décadas de conflicto entre nuestros pueblos; de iniciar una nueva era de paz sustentada en la libertad, la seguridad, la justicia, la dignidad, el respeto y el reconocimiento mutuo; de propagar una cultura de paz y no violencia, de confrontar el terrorismo y la incitación al terrorismo, ya sea cometida por los palestinos o israelíes”, señala la declaración.
Según el acuerdo, Israel se compromete a apoyar la creación de un Estado palestino próspero y exitoso y a detener la expansión de los asentamientos judíos en la zona. A su vez, Palestina se compromete a desmontar su estructura terrorista y a crear un Estado con oportunidades para todos.
Las respuestas
Sión Saadia, un profesor judío que perdió su hijo en la guerra, parece aglutinar el sentimiento general: “es muy difícil ser optimista, es difícil acabar con ese círculo vicioso. Ellos deben dar algo y nosotros también”. Por su parte, Jaim Barbibai, intendente de Kiryat Shomona, una ciudad del norte de Israel que ha sido bombardeada durante 40 años, pone de presente que “somos una bodega de explosivos. Lo que suceda aquí afecta a todo el mundo”. Algunos registros extraoficiales en Israel señalan que actualmente están recluidas en las cárceles 1.100 personas por terrorismo.
Tras la firma del documento en Washington, en Medio Oriente no cesaron las reacciones de los países árabes, del presidente de Irán, de los ciudadanos israelíes, de los partidos políticos, de los medios de comunicación y de varias células terroristas.
Un analista consultado por El Espectador en Israel señaló que la primera falencia del acuerdo es que es firmado por tres líderes políticos con gobiernos débiles o con poca credibilidad ante sus países y la comunidad internacional. A las críticas se sumó Benjamín Netanyau, opositor al gobierno. Según dijo a medios locales, el presidente Olmert firmó una declaración en la que antes de empezar a negociar ofreció concesiones sin que el pueblo israelí recibiera nada.
Por esta razón, desde esta misma semana se iniciaron debates contra el presidente Olmert en la Knesset (Parlamento israelí).
Pero quizás lo que más enfurecidos tiene a los israelíes es la declaración del presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, quien ha dicho en varias ocasiones que “la existencia del Estado judío es una aberración”, y para contrarrestar la declaración conjunta de Israel y Palestina invitó a los grupos radicales palestinos a realizar una cumbre contra la declaración.
Por lo pronto, la región sigue convulsionada, los enfrentamientos y los ánimos están exacerbados, el nacionalismo se predica y la incredulidad por los resultados de Annapolis es máxima, pero un israelí le recordó a El Espectador: “Tenemos muchos refugios, somos el único país que siempre está preparado para la guerra”.
Los palestinos
La división de Palestina, decidida por la ONU en 1947, dejó a los palestinos en ambos lados de la frontera árabe-israelí. Al terminar en 1949 la primera guerra entre estos dos estados, muchos árabes que estaban en sus tierras resultaron al otro lado de la nueva frontera, separados de su entorno. Un gran número de ellos, que se quedaron después de la guerra en el recién creado Estado de Israel, se convirtieron en ciudadanos israelíes.
Puntos clave
1. Tanto israelíes como palestinos quieren que la capital siga siendo Jerusalén.
2. La debilidad del presidente George Bush no le brinda fortaleza a un eventual acuerdo.
3. Los anuncios del Gobierno de Irán sobre nuevo armamento nuclear, sus amenazas de destruir a Israel y su negación del Holocausto así como su apoyo a los grupos terroristas Hamas y Hezbollah.
4. La entrega o cesión de territorios.
Fuente: El Espectador
Norbey Quevedo H. / Enviado especial Región Sur Sharom, Israel
En Zur Yig Al, a quince kilómetros de Tel Aviv la segunda ciudad más grande de Israel, está ubicado el jardín infantil de un colegio público. Allí, aparentemente, los niños juegan con la tranquilidad de tener un salón blindado. Es un área de veinte metros cuadrados, con paredes gruesas y grises en las que sólo se tiene visibilidad por unas pequeñas ventanas cuadradas.
El preescolar fue construido hace unos años luego que terroristas, al parecer palestinos, bombardearon el lugar. Hoy ésta y todas las edificaciones en Israel tienen como norma obligatoria disponer de un sitio seguro para protegerse de posibles atentados.
Sólo basta caminar unos metros más al sur para divisar Kalkilya. Esta es una ciudad intermedia de autonomía Palestina bajo el control de Israel. Una cerca y sofisticados equipos de seguridad controlan el ingreso de los habitantes palestinos a su casa.
El tema de la seguridad en la ciudad es recurrente. Las vías cercanas a algunas ciudades de Israel muestran la magnitud del conflicto. En avenidas donde hay asentamientos humanos se edificaron muros de cemento altos para proteger a la población de francotiradores o terroristas suicidas.
Al caminar por cualquier zona del desértico Israel es inevitable sentirse inseguro, temeroso y vigilado. Una sensación que incluso comparten muchos de sus habitantes. “El israelí tiene miedo, todo el tiempo está pensando en defenderse”, señala uno de ellos.
Según reportes de seguridad, diariamente se registran 35 alarmas de terrorismo en el país. “Hace unos años la gente se explotaba y nada podíamos hacer. Hoy la idea por lo menos es mantener a esta gente a 500 metros de la casa”, recuerda un habitante israelí que maneja asuntos de seguridad.
Desde otro frente
En la frontera norte del país el escenario no es diferente. Hasta allí viajó El Espectador. A 180 kilómetros de Tel Aviv está Líbano, país con el que Israel libró una guerra hace un año. Allí, soldados judíos resguardan la seguridad y prácticamente no permiten acercarse a dos cercas eléctricas que dividen los países, vigiladas con modernos equipos.
Estimativos económicos indican que Israel gasta no menos del 20% de su presupuesto en defensa. Según un voluntario en seguridad, esta cifra se acercaría a los US$ 25 mil millones. A ello se suma el apoyo financiero que Estados Unidos le viene brindando a Israel desde hace varios años y que ha convertido este país en su mayor aliado en Medio Oriente.
Aunque el entorno es hostil y la sombra de la guerra nunca se desvanece, a muchos israelíes los alienta que la cifra de homicidios en este año llega a 170 entre una población que supera los siete millones de habitantes.
El martes, en la universidad de Tel Aviv, Víctor Arelh, funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, recordó que el país está en máxima alerta para enfrentar posibles actos de terrorismo y el anuncio de Irán de que tiene listo un misil de 2.000 kilómetros de alcance.
Un difícil entorno que contrasta con la firma de la declaración de Annapolis, cerca de Washington, que esta semana suscribieron los presidentes de Israel, Ehud Olmert, y el presidente del Comité Ejecutivo de la Organización para la Liberación de Palestina, OLP, y de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. Una iniciativa que busca firmar un acuerdo de paz entre los dos pueblos al finalizar 2008.
Las guerras
Desde la época de los patriarcas de la tierra prometida Abraham, Isaac y Jacob, y de la dominación de diversos pueblos persa, romano, árabe y británico, entre otros, el conflicto en Medio Oriente no deja de estremecer al mundo. Luego del holocausto nazi, en donde fueron asesinados seis millones de judíos, los últimos 60 años de Israel están enmarcados por la guerra.
Es un conflicto complejo con matices religiosos, territoriales, económicos, históricos y culturales que no es fácil de comprender, resalta un especialista. A este factor se suman las críticas contra la prensa extranjera, que los israelíes consideran que muchas veces exagera sobre la información que se produce en un país de 22.000 kilómetros cuadrados, que se puede recorrer en un día.
La historia muestra que el destino del pueblo judío es la constante confrontación armada. Sólo un día después de su creación como Estado, debió librar batallas con Siria, Jordania, Egipto, Líbano e Irak, que no aceptaron su ratificación como país por parte de la ONU.
Después vinieron cuatro guerras entre 1956 y 1982, cientos de episodios de terrorismo, miles de víctimas y varios fracasos de negociación de paz en las últimas tres décadas. Por eso, en el país se respira un aire de escepticismo frente a la declaración producida en Annapolis.
“Expresamos nuestra determinación de poner fin al derramamiento de sangre, el sufrimiento y las décadas de conflicto entre nuestros pueblos; de iniciar una nueva era de paz sustentada en la libertad, la seguridad, la justicia, la dignidad, el respeto y el reconocimiento mutuo; de propagar una cultura de paz y no violencia, de confrontar el terrorismo y la incitación al terrorismo, ya sea cometida por los palestinos o israelíes”, señala la declaración.
Según el acuerdo, Israel se compromete a apoyar la creación de un Estado palestino próspero y exitoso y a detener la expansión de los asentamientos judíos en la zona. A su vez, Palestina se compromete a desmontar su estructura terrorista y a crear un Estado con oportunidades para todos.
Las respuestas
Sión Saadia, un profesor judío que perdió su hijo en la guerra, parece aglutinar el sentimiento general: “es muy difícil ser optimista, es difícil acabar con ese círculo vicioso. Ellos deben dar algo y nosotros también”. Por su parte, Jaim Barbibai, intendente de Kiryat Shomona, una ciudad del norte de Israel que ha sido bombardeada durante 40 años, pone de presente que “somos una bodega de explosivos. Lo que suceda aquí afecta a todo el mundo”. Algunos registros extraoficiales en Israel señalan que actualmente están recluidas en las cárceles 1.100 personas por terrorismo.
Tras la firma del documento en Washington, en Medio Oriente no cesaron las reacciones de los países árabes, del presidente de Irán, de los ciudadanos israelíes, de los partidos políticos, de los medios de comunicación y de varias células terroristas.
Un analista consultado por El Espectador en Israel señaló que la primera falencia del acuerdo es que es firmado por tres líderes políticos con gobiernos débiles o con poca credibilidad ante sus países y la comunidad internacional. A las críticas se sumó Benjamín Netanyau, opositor al gobierno. Según dijo a medios locales, el presidente Olmert firmó una declaración en la que antes de empezar a negociar ofreció concesiones sin que el pueblo israelí recibiera nada.
Por esta razón, desde esta misma semana se iniciaron debates contra el presidente Olmert en la Knesset (Parlamento israelí).
Pero quizás lo que más enfurecidos tiene a los israelíes es la declaración del presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, quien ha dicho en varias ocasiones que “la existencia del Estado judío es una aberración”, y para contrarrestar la declaración conjunta de Israel y Palestina invitó a los grupos radicales palestinos a realizar una cumbre contra la declaración.
Por lo pronto, la región sigue convulsionada, los enfrentamientos y los ánimos están exacerbados, el nacionalismo se predica y la incredulidad por los resultados de Annapolis es máxima, pero un israelí le recordó a El Espectador: “Tenemos muchos refugios, somos el único país que siempre está preparado para la guerra”.
Los palestinos
La división de Palestina, decidida por la ONU en 1947, dejó a los palestinos en ambos lados de la frontera árabe-israelí. Al terminar en 1949 la primera guerra entre estos dos estados, muchos árabes que estaban en sus tierras resultaron al otro lado de la nueva frontera, separados de su entorno. Un gran número de ellos, que se quedaron después de la guerra en el recién creado Estado de Israel, se convirtieron en ciudadanos israelíes.
Puntos clave
1. Tanto israelíes como palestinos quieren que la capital siga siendo Jerusalén.
2. La debilidad del presidente George Bush no le brinda fortaleza a un eventual acuerdo.
3. Los anuncios del Gobierno de Irán sobre nuevo armamento nuclear, sus amenazas de destruir a Israel y su negación del Holocausto así como su apoyo a los grupos terroristas Hamas y Hezbollah.
4. La entrega o cesión de territorios.
Fuente: El Espectador
Norbey Quevedo H. / Enviado especial Región Sur Sharom, Israel
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