Israel y su continuidad:
Ahmadinejad dice: "El estado de Israel tiene corta vida"
Olmert dice: "Si no hay solución de dos Estados, Israel se acaba"
Ahmadinejad dice: "El estado de Israel tiene corta vida"
Olmert dice: "Si no hay solución de dos Estados, Israel se acaba"
Israel y su identidad:
Saeb Erekat, delegado palestino, dice: "Israel no puede seguir confundiendo Estado y Religión"
Olmert replica: "Todos los estados del mundo apoyan a una religión en particular, incluso los palestinos que en todas sus tendencias apoyan al Islam"
Saeb Erekat, delegado palestino, dice: "Israel no puede seguir confundiendo Estado y Religión"
Olmert replica: "Todos los estados del mundo apoyan a una religión en particular, incluso los palestinos que en todas sus tendencias apoyan al Islam"
Es un momento interesante, porque TODOS tienen razón, pero todos esos
argumentos, considerados en sí mismos y aislados de los demás, son
falsos. Aquí propondremos un marco de comprensión histórico que
esclarezca la ubicación de las estrategias subyacentes en cada uno de
ellos.
Preludio: la guerra como padre de todas las cosas (Heráclito)
En la historia no existen la pureza y el maniqueísmo del bien y el mal:
antes bien, éstos son esgrimidos por los grupos de intereses (nacionales,
religiosos, políticos, económicos) como pretexto para sus acciones de
ofensiva y defensiva.
En lo real de la historia, primero está el poder y su estrategia, y su
discurso no es un reflejo directo porque forma parte de la estrategia que
también pueda no serlo. Los antiguos chinos lo han tenido mucho más claro en
su arte de la guerra: adoptar una posición (amistosa, negociadora, o sus
contrarios) no tiene que ver con una moral a la cual debamos adaptarnos,
sino con la correcta ubicación en un contexto de debilidad o fortaleza
frente al otro.
El paradigma guerrero occidental, al diferencia del chino, se forjó sobre
el molde mítico griego de la epopeya: el héroe, el revolucionario, el
mártir, son todas figuras que ensalzan una Acción con mayúsculas, que
consigue sus objetivos (en un sentido muy amplio: conquistas, proyecto de
vida, relaciones sociales) sin piedad, sin medida alguna, arriesgando la
muerte si es necesario. El paradigma chino, en cambio, considera
innecesario el forzamiento de la realidad para conseguir los objetivos,
incluso considera tonto perder la vida en una batalla, porque todas las
claves para el triunfo o la derrota la proporciona la situación y sus
relaciones de fuerza, y no la determinación moral del guerrero. Si la
situación es desfavorable, sólo cabe esperar. Si lo es, no hay que
precipitarse a la acción, sino trabajar para que los elementos de la
misma sean favorables.(1) Francois Jullien, Trarado de la Eficacia, Ed. Siruela
Las historias de héroes, buenos y malos, no solamente forman parte de la
mitología occidental, sino que sirven para uniformar a toda la opinión
pública masiva detrás de un objetivo de guerra, a veces esto se logra y a
veces no, y muchas veces los logros son efímeros porque "la mentira tiene
patas cortas": luego viene la "resaca". Como sucedió en la guerra de
Malvinas, en la de Irak, en la del Líbano, la mayoría de la población y
sus intelectuales las apoyan en su emprendimiento, y las defenestran en
su fracaso (algunos por no haber sido llevada a cabo más eficazmente, y
otros por haber sido inmoral, para nosotros estamos analizando desde una
perspectiva materialista, es lo mismo en términos históricos).
Por supuesto, cuando una situación (de victoria o de derrota) se
regulariza, la "opinión pública" siempre culpabiliza a un Otro enemigo de
su situación. La Europa actual -victoriosa- culpabiliza su inestabilidad
política a los inmigrantes pobres (derrotados por su colonialismo). Un
país periférico -derrotado- culpabiliza por su pobreza a un enemigo
imperialista. Ambos tienen razón, pero ¿qué hemos de decir, por ejemplo,
cuando atestiguamos que el oprimido colabora en su situación de opresión
desresponsabilizándola de ella y endilgándosela a su opresor? (este
siempre es el argumento preferido de los intelectuales de derechas).
Lo que sucede es que todas las razones -las del triunfador y las del
derrotado- son ciertas, porque lo son sólo parcialmente aunque se
enuncien como verdades totales. El problema es que no se puede desanudar
el problema de una situación despejando culpables claros y distintos
porque todos los actores cooperan en la CONTINUIDAD de esa situación, en
la REPRODUCCIÓN de sus roles (que pueden variar, unos en algún momento
pueden estar arriba en lugar de abajo, pero siempre de una manera,
digamos, "absoluta").
Israel como anomalía histórica
El pueblo judío, como todos los pueblos, ha sido a su manera partícipe de
los vaivenes de las guerras y sus resultados: victorias, derrotas,
alianzas.
Para entender su "lugar" singular en la historia (un pueblo varias veces
desterrado y vuelto a reconstruirse, por lo menos la historia registra
tres grandes momentos: el exilio persa, el exilio babilónico, el exilio
romano). Aparte de existir siempre, paralelamente al Estado, una diáspora
dispersa, lo que se repite de modo particular es cierta dialéctica del
destierro/exilio y retorno/restauración, que en la tierra de Medio
Oriente tiene consecuencias fuertes: destrucción total de la unidad
estatal-nacional-religiosa judía.
Si hemos de recurrir al historiador judeo-romano Flavio Josefo, quien
desde hace dos mil años antes describía con lujos de detalles la
situación geopolítica de Palestina-Israel, podríamos reflexionar
retrospectivamente, un poco poéticamente, que "geografía es destino": la
situación entre Israel y sus enemigos en la actualidad, en términos
materiales y lógicos de la guerra, no es muy diferente a la de la
antiguedad.
En la antigua Israel, la situación era constantemente inestable:
permanentes intrigas -internas y externas- mantenían en agitación
incesante su tierra y su gente. Rodeados de enemigos, sus aliados no eran
tampoco muy amistosos. En la ley de las conveniencias geopolíticas,
Israel (uno de los puentes entre Europa y el Oriente) nunca puede, si
quiere, jugar cartas propias -esto es, autonomía nacional con sus propios
intereses- los aliados, cuando les conviene, se alían con los enemigos y
borran del mapa a Israel. No sería extraño que en nuestra época Estados
Unidos en algúm momento, por cuestiones de su propia conveniencia, vaya a
dejar sola a Israel, obligándola a aliarse con otros imperios rivales y
sin tener garantías de sobrevivencia.
Esto es porque la sobrevivencia no está garantizada por nada, ni siquiera
la posesión de 200 bombas atómicas. No todo es fuerza, pero tampoco el
cálculo: la sobrevivencia es una combinación de ambas que necesitan ser
pensadas estratégicamente de modo continuo. Esa es la tarea asignada a
los militares, pero la historia no depende meramente de ellos.
Aquella "anomalía geográfica" forzó al pueblo judío a ser un pueblo "sin
patria" como muchos otros pueblos de la humanidad, pero conservando la
particularidad de ser un pueblo importante en términos demográficos y
culturales.
Hay quienes dicen que la creación del estado de Israel llegó tarde en la
modernidad: mientras todos los modernos se habían constituidos sobre la
base de la limpieza étnica, la homogeneización cultural y lingúistica,
cuando no religiosa (las condiciones básicas para la definición de
cualquier estado moderno), Israel tiene que realizar estas tareas en
Palestina de un modo imperfecto, clandestino, intermitente, teniendo como
contexto al mundo árabe que nunca lo aceptó y trabajó para evitar su
constitución, e incluso se alió a los nazis y británicos para evitar la
consolidación de las colonias judías en las décadas anteriores a 1948.
Y es aquí donde se entienden las declaraciones citadas al comienzo: un
estado judío, homogéneo y mayoritario en términos religiosos, no iba a
poder constituirse en el largo plazo, por más que se haya expulsado a
parte de la población árabe palestina antes de 1948, se los haya -en
complicidad con el mundo árabe- confinado a la condición de refugiados,
por más que haya derrotado militarmente a los estados árabes de la
región.
Y esto por varias razones: un pequeño estado no árabe en un continente
árabe y ligado a intereses diferentes -cuando no opuestos- a ellos no
puede subsistir. La población árabe del interior de Israel y de los
territorios es exponencialmente mayoritaria. La conservación de la
identidad religiosa judía del estado obliga a evitar lo que es
inevitable: la mezcla cultural y el dinamismo de la vida laica moderna,
generándose así una mirírada de conflictos intergrupales marcados
fuertemente por el odio.
Siendo la identidad y la continuidad de Israel algo frágil, puesto
siempre en entredicho, es lógico que Ahmadinejad, Olmert, Erekat tengan
razón, y el agua que quieren llevar para su molino siempre será poca por
su parcialidad.
Sin embargo, no hemos de desechar esos argumentos por su parcialidad. Al
contrario, ellos contienen las llaves para encarar los desafíos
contemporáneos. Cuando Saeb Erekat dice "no se puede seguir confundiendo
Estado y religión", no vale la respuesta "ad hominem", contestándole que
él como palestino también lo hace: hay que tomarlo como un problema real
a ser solucionado prácticamente, en lugar de demorar su solución que es
lo que se viene haciendo desde hace 50 años.
Lo mismo con lo que dice el odiado Ahmadinejad: un estado no puede estar
constantemente luchando por mantenerse étnicamente homogéneo, el tiempo
hace su trabajo final y es el que obligará a tomar las decisiones.
Sólo así se podrá hacer buen periodismo o buen análisis político, esto es,
valga la paradoja, dejar de hacer simplemente periodismo o análisis político sino abrir
argumentos, considerados en sí mismos y aislados de los demás, son
falsos. Aquí propondremos un marco de comprensión histórico que
esclarezca la ubicación de las estrategias subyacentes en cada uno de
ellos.
Preludio: la guerra como padre de todas las cosas (Heráclito)
En la historia no existen la pureza y el maniqueísmo del bien y el mal:
antes bien, éstos son esgrimidos por los grupos de intereses (nacionales,
religiosos, políticos, económicos) como pretexto para sus acciones de
ofensiva y defensiva.
En lo real de la historia, primero está el poder y su estrategia, y su
discurso no es un reflejo directo porque forma parte de la estrategia que
también pueda no serlo. Los antiguos chinos lo han tenido mucho más claro en
su arte de la guerra: adoptar una posición (amistosa, negociadora, o sus
contrarios) no tiene que ver con una moral a la cual debamos adaptarnos,
sino con la correcta ubicación en un contexto de debilidad o fortaleza
frente al otro.
El paradigma guerrero occidental, al diferencia del chino, se forjó sobre
el molde mítico griego de la epopeya: el héroe, el revolucionario, el
mártir, son todas figuras que ensalzan una Acción con mayúsculas, que
consigue sus objetivos (en un sentido muy amplio: conquistas, proyecto de
vida, relaciones sociales) sin piedad, sin medida alguna, arriesgando la
muerte si es necesario. El paradigma chino, en cambio, considera
innecesario el forzamiento de la realidad para conseguir los objetivos,
incluso considera tonto perder la vida en una batalla, porque todas las
claves para el triunfo o la derrota la proporciona la situación y sus
relaciones de fuerza, y no la determinación moral del guerrero. Si la
situación es desfavorable, sólo cabe esperar. Si lo es, no hay que
precipitarse a la acción, sino trabajar para que los elementos de la
misma sean favorables.(1) Francois Jullien, Trarado de la Eficacia, Ed. Siruela
Las historias de héroes, buenos y malos, no solamente forman parte de la
mitología occidental, sino que sirven para uniformar a toda la opinión
pública masiva detrás de un objetivo de guerra, a veces esto se logra y a
veces no, y muchas veces los logros son efímeros porque "la mentira tiene
patas cortas": luego viene la "resaca". Como sucedió en la guerra de
Malvinas, en la de Irak, en la del Líbano, la mayoría de la población y
sus intelectuales las apoyan en su emprendimiento, y las defenestran en
su fracaso (algunos por no haber sido llevada a cabo más eficazmente, y
otros por haber sido inmoral, para nosotros estamos analizando desde una
perspectiva materialista, es lo mismo en términos históricos).
Por supuesto, cuando una situación (de victoria o de derrota) se
regulariza, la "opinión pública" siempre culpabiliza a un Otro enemigo de
su situación. La Europa actual -victoriosa- culpabiliza su inestabilidad
política a los inmigrantes pobres (derrotados por su colonialismo). Un
país periférico -derrotado- culpabiliza por su pobreza a un enemigo
imperialista. Ambos tienen razón, pero ¿qué hemos de decir, por ejemplo,
cuando atestiguamos que el oprimido colabora en su situación de opresión
desresponsabilizándola de ella y endilgándosela a su opresor? (este
siempre es el argumento preferido de los intelectuales de derechas).
Lo que sucede es que todas las razones -las del triunfador y las del
derrotado- son ciertas, porque lo son sólo parcialmente aunque se
enuncien como verdades totales. El problema es que no se puede desanudar
el problema de una situación despejando culpables claros y distintos
porque todos los actores cooperan en la CONTINUIDAD de esa situación, en
la REPRODUCCIÓN de sus roles (que pueden variar, unos en algún momento
pueden estar arriba en lugar de abajo, pero siempre de una manera,
digamos, "absoluta").
Israel como anomalía histórica
El pueblo judío, como todos los pueblos, ha sido a su manera partícipe de
los vaivenes de las guerras y sus resultados: victorias, derrotas,
alianzas.
Para entender su "lugar" singular en la historia (un pueblo varias veces
desterrado y vuelto a reconstruirse, por lo menos la historia registra
tres grandes momentos: el exilio persa, el exilio babilónico, el exilio
romano). Aparte de existir siempre, paralelamente al Estado, una diáspora
dispersa, lo que se repite de modo particular es cierta dialéctica del
destierro/exilio y retorno/restauración, que en la tierra de Medio
Oriente tiene consecuencias fuertes: destrucción total de la unidad
estatal-nacional-religiosa judía.
Si hemos de recurrir al historiador judeo-romano Flavio Josefo, quien
desde hace dos mil años antes describía con lujos de detalles la
situación geopolítica de Palestina-Israel, podríamos reflexionar
retrospectivamente, un poco poéticamente, que "geografía es destino": la
situación entre Israel y sus enemigos en la actualidad, en términos
materiales y lógicos de la guerra, no es muy diferente a la de la
antiguedad.
En la antigua Israel, la situación era constantemente inestable:
permanentes intrigas -internas y externas- mantenían en agitación
incesante su tierra y su gente. Rodeados de enemigos, sus aliados no eran
tampoco muy amistosos. En la ley de las conveniencias geopolíticas,
Israel (uno de los puentes entre Europa y el Oriente) nunca puede, si
quiere, jugar cartas propias -esto es, autonomía nacional con sus propios
intereses- los aliados, cuando les conviene, se alían con los enemigos y
borran del mapa a Israel. No sería extraño que en nuestra época Estados
Unidos en algúm momento, por cuestiones de su propia conveniencia, vaya a
dejar sola a Israel, obligándola a aliarse con otros imperios rivales y
sin tener garantías de sobrevivencia.
Esto es porque la sobrevivencia no está garantizada por nada, ni siquiera
la posesión de 200 bombas atómicas. No todo es fuerza, pero tampoco el
cálculo: la sobrevivencia es una combinación de ambas que necesitan ser
pensadas estratégicamente de modo continuo. Esa es la tarea asignada a
los militares, pero la historia no depende meramente de ellos.
Aquella "anomalía geográfica" forzó al pueblo judío a ser un pueblo "sin
patria" como muchos otros pueblos de la humanidad, pero conservando la
particularidad de ser un pueblo importante en términos demográficos y
culturales.
Hay quienes dicen que la creación del estado de Israel llegó tarde en la
modernidad: mientras todos los modernos se habían constituidos sobre la
base de la limpieza étnica, la homogeneización cultural y lingúistica,
cuando no religiosa (las condiciones básicas para la definición de
cualquier estado moderno), Israel tiene que realizar estas tareas en
Palestina de un modo imperfecto, clandestino, intermitente, teniendo como
contexto al mundo árabe que nunca lo aceptó y trabajó para evitar su
constitución, e incluso se alió a los nazis y británicos para evitar la
consolidación de las colonias judías en las décadas anteriores a 1948.
Y es aquí donde se entienden las declaraciones citadas al comienzo: un
estado judío, homogéneo y mayoritario en términos religiosos, no iba a
poder constituirse en el largo plazo, por más que se haya expulsado a
parte de la población árabe palestina antes de 1948, se los haya -en
complicidad con el mundo árabe- confinado a la condición de refugiados,
por más que haya derrotado militarmente a los estados árabes de la
región.
Y esto por varias razones: un pequeño estado no árabe en un continente
árabe y ligado a intereses diferentes -cuando no opuestos- a ellos no
puede subsistir. La población árabe del interior de Israel y de los
territorios es exponencialmente mayoritaria. La conservación de la
identidad religiosa judía del estado obliga a evitar lo que es
inevitable: la mezcla cultural y el dinamismo de la vida laica moderna,
generándose así una mirírada de conflictos intergrupales marcados
fuertemente por el odio.
Siendo la identidad y la continuidad de Israel algo frágil, puesto
siempre en entredicho, es lógico que Ahmadinejad, Olmert, Erekat tengan
razón, y el agua que quieren llevar para su molino siempre será poca por
su parcialidad.
Sin embargo, no hemos de desechar esos argumentos por su parcialidad. Al
contrario, ellos contienen las llaves para encarar los desafíos
contemporáneos. Cuando Saeb Erekat dice "no se puede seguir confundiendo
Estado y religión", no vale la respuesta "ad hominem", contestándole que
él como palestino también lo hace: hay que tomarlo como un problema real
a ser solucionado prácticamente, en lugar de demorar su solución que es
lo que se viene haciendo desde hace 50 años.
Lo mismo con lo que dice el odiado Ahmadinejad: un estado no puede estar
constantemente luchando por mantenerse étnicamente homogéneo, el tiempo
hace su trabajo final y es el que obligará a tomar las decisiones.
Sólo así se podrá hacer buen periodismo o buen análisis político, esto es,
valga la paradoja, dejar de hacer simplemente periodismo o análisis político sino abrir
el camino a soluciones creativas.
0 comentarios. Déjenos su comentario:
Publicar un comentario