La decisión tomada en la víspera por la AMIA llevó años de discusiones. Sin embargo, las posturas encontradas sobre la situación amenazan con continuar.
Luego de varios años de tratativas, comienza a tener solución uno de los temas más controvertidos que afecta a la comunidad judía de la Argentina: el entierro de las personas que en vida fueron convertidas al judaísmo por los rabinos liberales (conservadores y reformistas).
Luis Grynwald, tras arduas gestiones, logró que los factores políticos internos de la comunidad -cuyos hombres integran la actual Comisión Directiva de la AMIA- acordaran una procedimiento para que esos fallecidos puedan ser enterrados en uno de los cementerios de la institución.
La AMIA como Kehilá (comunidad) que agrupa a los judíos de origen ashkenazí (originarios en Europa Oriental) asumió que en los efectos rituales que serían regidos por la Halajá, la ley judía.
En un momento dado de sus 113 años de vida las autoridades de la AMIA decidieron instituir un Gran Rabinato, que siempre fue ocupado por un rabino perteneciente a las corrientes popularmente denominadas ortodoxas identificadas con e l sionismo y el Estado de Israel.
Por otra parte desde la pasada década del '30 por una disposición conjunta de los líderes rabínicos que vivían en Argentina, los Grandes Rabinos Sutton Daba (sefaradí) y Goldman (ashkenazí) se prohibió la realización de conversiones en la cuenca del Río de la Plata, que al ser convalidada por las principales autoridades rabínicas mundiales continúa vigente.
A partir de la integración a la comunidad judía de la Argentina de importantes contingentes de judíos de habla alemana, a partir de las leyes de Nüremberg primero y de la Kristall Nach después, llegaron al país rabinos liberales que no reconocieron esa prohibición, a lo que se le sumó la existencia de ciertos rabinos ortodoxos que hicieron lo mismo.
Pero hasta principios de la década del '60, la cantidad de conversiones al judaísmo no eran significativas, lo que se modificó a partir del establecimiento en Buenos Aires del Seminario Rabínico Latinoamericano, de orientación conservadora estadounidense.
Esta entidad educativa instituyó cursos especiales obligatorios para quienes se deseaban convertir al judaísmo.
Por su parte, la ortodoxia consideró que si algún no judío deseaba convertirse a la Ley de Moisés debía hacerlo fuera de Buenos Aires, cumpliendo todos los requisitos legales que establece el Shuljan Aruj, el código legal que reúne las leyes que rigen la vida diaria de los judíos.
Debido a esta postura, la ortodoxia, y por lo tanto el Gran Rabinato de la AMIA, no aceptan las conversiones al judaísmo efectuadas por los rabinos liberales, que de acuerdo al rector del Seminario Rabínico Latinoamericano, rabino Abraham Skorka, promedian en los últimos años cien casos.
En la práctica lo que ocurre es que al fallecer esos conversos realizados no son enterrados en los cementerios propiedad de la AMIA.
Con el paso de los años, esta situación se convirtió en un problema comunitario real, pues cada año que pasa, por una lógica demográfica, son más los casos de decesos de personas convertidas por los rabinos liberales cuyos deudos desean enterrarlos en un cementerio de la AMIA y no pueden hacerlo.
La postura de la ortodoxia se basa en un aspecto legal, que establece la Halajá, que quien se convierte no puede hacerlo por interés, y por lo tanto consideran que hacerlo para contraer enlace es un interés específico, por ejemplo dejar conforme a la familia realizando una ceremonia religiosa de casamiento.
Por su parte los rabinos liberales consideran que ante la posibilidad de un casamiento entre un judío y un no judío, la posibilidad de la conversión permite que el judío se mantenga unido a la comunidad al igual que sus cónyuges y sus hijos.
Si bien existen casos en que la conversión es algo formal que no influye para nada en la vida del converso, no son pocos los matrimonios así constituidos que le realizan el Brit Milá (circuncisión) a sus hijos varones; sus hijos estudian en una escuela judía, les efectúan el Bar y Bat Mitzva, son socio de instituciones sociodeportivas y miembros activos de sinagogas liberales, es decir que se han integrado a la vida comunitaria judía y que por lo tanto aspiran a cumplir con el mandamiento de Kever Israel, el entierro en un cementerio judío.
Ante esta realidad, hace aproximadamente cinco años, Abraham Kaul, desde la presidencia de la AMIA, decidió consultar al Gran Rabinato de Israel con la finalidad de encontrar una solución al problema. En ese momento se le contestó que todos los factores internos que participaban en la conducción de la AMIA, aceptaran el dictamen que ellos realizaron. Esa unanimidad no fue lograda y el proyecto quedo en suspenso.
Al asumir, Grynwald decidió reflotar el proyecto, encomendando al Gran Rabino de la Institución establecer contacto nuevamente con los Grandes Rabinos de Israel al efecto.
Estos, sin modificar la postura de no reconocer las conversiones al judaísmo efectuadas por los rabinos liberales, consideraron que era posible encontrar una solución al problema. La misma planteaba que la conducción de la AMIA estableciera un sector del terreno que ocupa el cementerio de La Tablada todavía no habilitado para realizar entierros, que cumpliera con ciertas condiciones de separación del resto de las parcelas.
Luego de arduas gestiones, se logró el acuerdo de todos los factores internos y en breve comenzaran las obras para implementarlo.
Como en todo tema controvertido, y este lo es sin lugar a dudas, las soluciones implican, por un lado, que los diversos sectores deben resignar algo y, por otro, que ninguno quede conforme.
EACh-GT
Fuente: Itón Gadol
domingo, 10 de febrero de 2008
El entierro de los conversos en cementerios judíos: la historia de un tema que provoca discrepancias
Secciones: Comunidad Judía, Noticias 2007-2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios. Déjenos su comentario:
Publicar un comentario