viernes, 14 de marzo de 2008

El humor está de duelo


Por Damián Stiglitz - Director de La Voz Joven

Con Jorge compartía esa doble identidad que él tenía: judía y fortinera. Y debemos ser pocos los judíos que, “encima de judíos”, somos hinchas de Vélez. En una oportunidad que estuve con él se lo expresé. Es más, un sueño mío era fundar una Peña “Moishe-Fortinera” y que él fuera el presidente. “Sí, soy judío, petiso e hincha de Vélez ¿y qué?” dijo varias veces con ironía.

Recuerdo una mañana de Rosh Hashaná, en 2005, que él largó el programa Mañanas Informales diciendo “¡Tenemos un programa espectacular, con muchísimo material, para empezar el 5766 con toda la energía! ¡Shaná Tová para todos!”. Él llevaba consigo, todo el tiempo, ese humor suyo: un humor judío, irónico y autorreferencial. Vivía riéndose de él mismo, haciendo chistes sobre su propia estatura con frases como “Creo que no voy a poder concretar mi sueño de jugar en la NBA”. Esa ironía autorreferencial, tan típica y característica del humor judío, imprimía en él una faceta muy atractiva.

El rabino Skorka lo definió como un “judío asumido que siempre manifestó su condición de tal y se vinculó a las tradiciones y la vida judía, sobre todo en los momentos especiales de su vida”.

Su otra pasión era Vélez. En palabras del ex presidente de Vélez, Raúl Gamez, “Jorge Guinzburg era un embajador del club (…) Todavía quedan las huellas marcadas de la vuelta olímpica que dio junto al plantel, en Tokio en 1994, cuando su querido equipo, Vélez Sarsfield, derrotó al poderoso Milán de Italia por 2-0 y se consagró campeón del mundo (…) Para Vélez y su hinchada, Jorge es lo mismo que Fontanarrosa para los hinchas de Central, por ser un genio en su profesión y un tipo de bien, solidario, caballero (…) Él quería ser presidente de Vélez, siempre lo decía. Hubiese sido un gran dirigente”.

Su notable talento, su espíritu simpático y divertido y su generosidad hicieron que se ganara el cariño de todo el público, el periodismo, la televisión e, incluso, de toda la sociedad argentina. Hay algo que repiten todos “El Petiso sabía querer y sabía hacerse querer”. Y es así. Sin dudas, era una de las personas más queridas del país.

Uno dice: ¡Es imposible que se haya muerto Jorge Guinzburg! Es de esas personas que uno nunca puede concebir y aceptar que hayan muerto. Una persona llena de vida, alegría, humildad e inteligencia.

Brillante periodista, excelente conductor, magnífico guionista, dueño de un humor único e ingenioso.

Todas las personas que lo conocieron lo caracterizan así. Todos los periodistas, conductores, artistas, intelectuales han dicho lo mismo “¡No puedo creer que se haya muerto el Petiso!”. Una persona que era capaz de levantar el ánimo de familiares y amigos aún en los momentos más duros.

El cariño por el Petiso no distinguía ideologías, religiones ni camisetas de fútbol. Era querido por todos más allá de sus particularidades.

Fue una verdadera sorpresa para todos. Pocos sabían que él estaba enfermo y nadie se hubiera imaginado que a los 59 años se iba a ir, tan temprano, esta estrella del periodismo, la cultura y el espectáculo.

El humor está de duelo. Y si el humor está de duelo, todos estamos de duelo. Porque sin el humor y la contagiante alegría del Petiso, no hay más que lágrimas de emoción y tristeza por una persona que –no cabe duda- jamás vamos a borrar de nuestra memoria.

Jorgito, nunca te vamos a olvidar...

Este artículo fue publicado originalmente en Nueva Sión

2 comentarios. Déjenos su comentario:

Anónimo dijo...

Emocionante artículo... Jorge sos inigualable!!

Anónimo dijo...

muy buena nota!! mi más sentido dolor por la muerte de este ídolo de todos